Recuerdo que en mi etapa de adolescente siempre, sembrado de dudas, buscaba acumular la mayor información posible, seguramente con el objetivo de ganar debates a mis amigos, o poder levantar la mano en clase y apurar a algún profesor. No devoraba libros, pero si leía con frecuencia. Gracias a algún profesor muy "pesado" me dio por descubrir esa cosa llamada cine (gracias también a Woody Allen). Estaba terminando Bachillerato, y aunque me tuviera que levantar bien temprano para ir a clase (ejem), no dejaba de ver una película en VHS sacada de la maravillosa biblioteca de Cuenca. Woody Allen, Buñuel o Fritz Lang se convirtieron en iconos para mí.
Más tarde ya en la Universidad, mi tarrina de cd´s era cuantiosa, y empecé, ahora sí, a devorar clásicos, si bien más contemporáneos: el padrino, apocalypse now, Bladde Runner, MASH, y un largo etcétera que me convertía en un obseso del cine, en eso que algunos llaman "cinéfilo". No podía dormir sin ver una película.
Este cambio de libros a cine me produjo la sensación de que necesitaba un "excusa" para el cambio. El cine es bastante menos completo que un libro, no suele matizar personajes y no ayuda a desarrollar la imaginación. Pero aún así la posibilidades visuales y sonoras que me daba, junto la capacidad de comprimir buenas historias en tan poco tiempo eran características que me alucinaban. He visto filmografías enteras (Coppola, Scorsese y Woody Allen no tienen nada que yo no haya visto), he visto bodrios y he sentido sensaciones cuasi desesperantes rezando por que no terminará una película o para que pudiera volver atrás y ver esa maravillosa película de nuevo. El cine es maravilloso.
Sin embargo ahora ya no ocupa mi "corazón". Ha sido sustituido, creo que ha aparecido un género más completo que el cine y que los libros: las series. Llevo cierto tiempo defendiendo que la mejor narrativa del siglo XXI se encuentra en las series (si bien no habré leído mas de 15 libros escritos en este siglo). Aparte de cubrir mis necesidades visuales y auditivas, las series me producen sensaciones más profundas que el cine. Sobre todo gracias a sus personajes.
Las series con su mayor duración pueden dedicar más tiempo a construir personajes que atraigan más al espectador, por lo que son capaces de introducir todos esos matices que echaba de menos cuando cambié el cine por los libros. A partir de ahí pude disfrutar de personajes maravillosos, creíbles y sensibles como si tuvieran vida de verdad, más allá de los magníficos actores que los interpretan. Lester Freamon, Omar, Tony Soprano, Benjamin Linus, Sawyer, Bill Adama, Kara Trace, Gaius Baltar, Barney Stinson, Joey, Chandler, Phoebe, Dexter, pertencen a esos tipos de los que uno debe aprender algo, todos ellos contienen un entramado interior que les da vida, fuera de los encorsetados guiones. Por ellos, es el por qué de las series, por que cada vez que termino de ver una serie, y no hay más temporadas, pienso en ellos como su muerte, como si un amigo que me ha acompañado en los últimos años (también pueden ser días o meses xd), desapareciera, y así deprimido me acuesto, pensando que no es verdad, que aun me quedan ratos largos para "conversar" con estos amigos. Pero luego me levanto y veo que no, que todo ha acabado, que quizás es mejor pasar página y buscar nuevos amigos. Su muerte me genera más sensaciones que cualquier película, cualquier libro y cualquier disco de música que vea, lea o escuche. Así que por ello ¡Vivan las series!
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"Las series son el opio del pueblo joven"
ResponderEliminarKarl Marx Junior